sábado, 1 de enero de 2011

BURROS DE DON TONAL

LOS BURROS DE DON TONAL





LOS BURROS DE DON TONAL

En una noche profunda, silente, espectral….
El alarido de una famélica alimaña. Resuena en el fondo de murallas impenetrables, donde se esconde un insondable infimito.

El cielo arropado con fantásticos nubarrones, finge un antro pavoroso amenazador.

En la distancia, ecos sordos, profundos, solemnes resuenan como un batintín multiforme y salvaje, que dan la sensación de asomarse el desplome de mil montañas gigantescas, en cuyas crestas los relámpagos sacan chispas sin sosiego. Es una vorágine de luces de artificio que, centellantes las abaten sin cesar. Mientras tanto con estrepito terrible cañonean la pampa erizada de tupida paja bravía y cactus de largas espinas, con las que osan peinar la tormenta. Es un holocausto de estrellas que en satánica orgia, quiebran sus aristas en un arco iris sin igual.

Que cuadro más terrible… como se encendían las nubes para luego apagasen el fragor de la tormenta. Oh escritura zigzagueante, conque inscriben en la pizarra infinita de los cielos su maravilloso poder destructivo en un décimo de segundo. Son mortíferos rayos que llevan el arte anonadante de su poder telúrico.

Es época de creciente y el rio descomunal, murmurante serpentea vigoroso por la planicie, parida por los vientos huracanados, que pasan dejando un signo de muerte y de destrucción, mientras nosotros aquí. Calados de frio hasta los huesos y con los cabellos crispados y revueltos por el espanto y el pánico.

De repente asomase a nuestros labios una i9ntima plegaria, tratando que en un imposible sortilegio, saliésemos de este alelamiento imposible de describir.
El farallón más cercano fingía estar poblado de fantasmales ruidos: graves, agudos, sórdidos y cuyos ecos llegaban dolosamente a nuestros oídos lacerados ya, de tanto ser golpeados por torbellinos aterradores sin cuento.

Allá en la punta de un promontorio puede verse el crepitar de una pequeña lumbre, que sin duda proviene del mísero fogón donde prepara su comida o caliente sus pies entumecidos por el frio, el dueño del vetusto caserío y que quien sabe podría ser el personaje de este cuento.

Se decía que era un señor de avanzada edad, de larga y encanecida cabellera, que tenía unos ojos, cuyo brillo no habían podido apagar los años, llevando siempre un no sé qué de inquisitivos y misteriosos. Se decía que tenía un poder maléfico, sobre todo cuando sus miradas se cruzaban con las de alguien en el camino. Nadie sabía cuándo vino al pueblo ni de donde procedía. El cabildo diario de los vecinos aseguraba que tendría muchísimo inviernos y otoños y de ser tantos ya escapaban a la cuenta. Tiene pacto con el diablo, por eso vive no más, decían.

T&oten Limaco, un joven de carácter aventurero contumaz, tratando de enterarse del tabú misterioso que rodeaba a este enigmático personaje y que todo el mundo conocía con el nombre del Viejo Don Tonal, vino a mi casa, para proponerme que le acompañase, asegurándome que era una aventura por demás apasionante, dados los elementos que iban a entrar en el juego y que por nada del mundo debíamos dejar pasarla. Le reproché que cual podría ser el interés que podría brindarnos semejante excursión, en una noche tan despiadadamente macabra. Toten, me respondió, esta empresa si vale la pena emprenderla, pues, atendiéndome a mis cábalas, seremos testigos de maravillosos sucesos que compensarán con creces cualquier sacrificio hecho. Convencido, al final asentí.

Nos arropamos lo mejor que pudimos y salimos rumbo a lo desconocido. Nuestro objetivo…la morada del Viejo Don Tonal.

Haciendo uso de un buen cayado, comenzamos a serpentear por la estrecha calle del villorrio, mientr5as a nuestro encuentro salía, el saludo nada cordial de furiosos canes, que ladraban hasta desgañitarse. Ya al término de esta calleja, nos cruzamos con una simpática viejita, quien levantando lo más alto que pudo el farolillo que llevaba para alumbrarse el camino, nos dio una mirada inquisitiva y luego se perdió entre las sombras.

Yo, por no hallar que decir, le dije a Toten, parece que habrá tempestad, no te parece que regresemos y que dejemos para otra oportunidad este asunto? En respuesta recibí un NO, redondo, rotundo, seco que no admitía alternativa, gritándome NO SEAS COBARDE, NO TENGAS MIEDO. Las ánimas de tu antepasado te castigarán rudamente por tu falta de coraje. No volví a decir ni mus y seguimos a tientas por el abrupto camino que se hundía entre las sombras, como entre las fauces de un insaciable monstruo, proclive a darnos las sorpresas más desagradables.

La pendiente llena de guijarros se hacía cada vez más ostensible y los incontables baches del piso comenzaron a sacarnos gotas de sudor a nuestro rostro. Seguimos caminando y gigantescos e3ucaliptos recortaban sus siluetas en la lejanía borrosa del horizonte. De entre sus ramas cuajadas de bichos nocturnos, dejábase oír un torrente de agoreros graznidos.

Nuestros pies cada vez, parecían adherirse al suelo por el barro gredoso y porque nos parecía que nuestra sangre se helaba entre las venas. Y no dábamos más, que cara nos estaba costando la aventura. Sacando fuerzas de flaqueza y casi a tientas y tropezones, seguimos nuestra caminata.

Con los chispazos de luz de los rayos intermitent5es un conglomerado de nichos blancos emergía de la oscuridad …estábamos pasando cerca de un cementerio y la disposición desperdiga de los túmulos recortaba sus figuras en perfil arabesco fantasmal.

Estamos ya cerca, me susurró al oído Toten, mas algo insólito percibo a la distancia, acaso en bronco tañer de campanas rajadas que se acercan. Agucemos nuestro oídos y veamos que puede ser, le contesté.

Seguimos marcando nuestro pasos un instante más y a la vuelta de un recodo del camino, pudo ya, claramente percibirse el sonido destemplado de los cencerros que llevaba una de las acémilas que sirviendo de guía iba por delante, Al cuidado de ella iba un indiecito, que cojeando lastimeramente, arreaba la recua.

El pobre muchachito, cuyo perfil logramos distinguir era enteco y medio jorobado, producto quizás de privaciones y vejámenes sin cuenta. Talán, talán, talán vibraban en el espacio los cencerros y al compás de este sonido monocorde, penosamente iban avanzando. Seguimos tras la recua y ésta luego se detuvo, a la vera de una puerta destartalada que ya fingía venirse abajo, pues estaba tan envejecida y horadada por las termitas que era una lástima verla.

Ésta, a no dudarlo, era la casa del Viejo Don Tonal. Allí se erguía una rústica habitación iluminada por un primitivo mechero. Era acaso la luz que de lejos habíamos percibido? …Contiguas habían otras habitaciones, de una de las cuales crujieron los goznes de un gran ventanal y al abrirse brotó, como por ensalmo, un torrente de luz esplendorosa, de cientos de bujías que chisporroteaban al alumbrar , proyectando nuestras siluetas descomunalmente, en la pampa sumida en un negro manto.

Nuevamente el espasmo se hizo carne en nuestras propias humanidades y más de un Ay!!! Mayúsculo y soberbio se ahogó en nuestras gargantas…Mas, allí estábamos como dos graníticas estatuas.

Se abrió un gran portón y bajo su arcada fueron perdiéndose todas las bestias. Un chirrido de la puerta nos decía que ésta se c erraba. Por sus rendijas comenzaron a filtrarse roncas imprecaciones y demostraciones terribles del dueño del caserío: el Viejo Don Tonal.

Al muchachito guía de la recua le espetó, a todo pulmón: Luzferino, por qué llegas tan tarde, con carga tan importante y delicada? …Señor, se me espantaron los burritos con el ruido de los truenos, atinó a responder. Mire patroncito como tengo las manos ensangrentadas y mi ropita hecha tiras. En un precipicio casi me mato al tratar de rescatar a uno de los animales que se cayó.

Mira, le dijo Don Tonal … si me mientes ya puedes despedirte de esta vida y dando un feroz resoplido gritó: Parece que nos están rondando, pues llega a mis narices el olor de miasmas humanas vivientes, capto en el aire que respiro. Maldita! Maldita! Maldita sea!

Dirigiéndose a una serie de individuos que aparecieron de repente les dijo: Prepárenme las águilas vengadoras, sacadlas de sus jaulas y que les saquen los ojos y devoren las entrañas a cuanto intruso haya osado hollar este santuario. Malditos os voy a reducir a la nada y que gran festín nos daremos con los despojos de estos desprevenidos aventureros.

Nos acercamos a una estrecha ventana, de donde cual hachazo de luz, partían las sombras que poblaban aquel patético cuadro.

La ventana estaba protegida por gruesos barrotes y fuertes guarniciones.

Venciendo la angustiosa paralización de nuestras extremidades y ganados por la curiosidad, dimos un paso más que nos permitiese dirigir nuestras miradas inquisitivas hacia el fondo del aposento.

Nuestra sorpresa subió de punto y una cruel inercia comenzó a hacer cosquillas en todo el cuerpo, allí alrededor de una mesa sostenida por patas de relucientes fémures y por sobremesa la piel estirada de un hombre y en sendas silletas de esqueletos y coronadas de repulsivas osamentas felinas, muy inclinados permanecían una serie de ignotos personales.

A una señal dada por el que acaso presidía la reunión, se sentaron y al hacerlo se sintió, un crujir de huesos como sacudidos en una saca.

El tal personaje no cesaba de mirar en derredor, como buscando o queriendo descubrir algo importante en el ambiente, antes de comenzar el siniestro conciliábulo.

Del techo pendía una especie de lámpara, fabricada con caras momificadas, saliendo de sus cuencas orbitales, gruesos cuerpos de oficios disecados y que mostraban una actitud desafiante. De cada una de las fauces de semejantes alimañas, brotaba como de singulares pebeteros, una fantástica luminosidad.

En un rinc8n del recinto, en nostálgica posición, perezosamente bostezaba un jaguar, mudo testigo del macabro ceremonial.

Levántese el personaje central y con voz plañidera dijo: ¡El tabú de nuestra independencia , de nuestro secreto ha sido profanado. Malvados dominados de maligna curiosidad humana han profanado nuestro templo de amor y es necesario castigarlos ahora mismo…!

Les arrancaremos el corazón y beberemos su sangre y no debe desperdiciarse ni una gota, así nos sentiremos en paz.

Es un aroma de fuerzas negativas que estoy absorbiendo y que nace de esa ventana, señalando con su índice el lugar donde nosotros estábamos. Sacad vuestras dagas y cuchillos, que estén bien afilados y acabad con todos ellos. Sois mis fieles servidores, depositarios de mi confianza y de mis tesoros. Presto comenzad vuestra venganza. Id a ellos con la dignidad y ritual acostumbrado. Sed dignos de vuestro propio destino. Bebedles la sangre, que será el licor de vuestra inmortalidad y que ella sea vuestra infalible protección.

El tremenda frío que nos tenía ateridos, voló como por ensalmo y una vez más ese instinto de supervivencia brotó de nuestro ser…Allá estábamos anonadados por el pavor!

Nos veíamos ya degollados como vulgares especímenes en el camal. Estábamos tan dominados por la angustia de ser muertos, al escuchar nuestra sentencia, que ahí permanecimos: alelados, inermes, impávidos, totalmente a merced del Destino, sin un ápice de pretender huir.

En ese instante comparecía ante el tribunal de tan extraños personajes, un mancebo que podía contar con sus dieciocho abriles, quien haciéndoles una profunda reverencia les dijo: Mis amiguitos, parece que en el camino, los cerones de la recua se han abierto, pues mucha onzas de oro faltan o quizás se las han llevado los espíritus. Mi amo, están sucediendo cosas raras, parece que nos quieren hacer daño, que nos traen desgracia, luego postrándose de hinojos delante del personaje, que no era otro que el Viejo Don Tonal, prosiguió: soltaré a los perros, nuestros fieles guardianes, que están hace días sin comer y ya verá amigo mío, como los liquidaran … su terca ambición castigaremos. Mañana, muy temprano serán nuestro suculento desayuno.

Un relámpago brilla en la distancia y como una saeta agotada por su fuerza, llega arrastrándose a nuestros oídos.

Yo era un cadáver con un vestigio de vida y mi amigo Toten, tenía la boca llena de una extraña sustancia espumosa …luego el eco de un trueno aterrador se fue disipando en la lejanía.

Estaba sellada nuestra suerte, seríamos un picadillo, que luego sería engullido vorazmente.
Tronó de nuevo la voz estentórea del Viejo Don Tonal diciéndonos: acompañadme señores a entonar el himno que vindique nuestros descuidos. Cantemos todos con emoción, sino estaremos perdidos. Todos asintieron entre dientes y gritaron: así sea.

Alabemos al Poderoso Don Tonal.

Yal que desee su mal.

Las sombras de esta noche.

Sean su sudario fatal.
Talán …talán …talán.
Viva nuestro jefe Don Tonal.

Al finalizar esta canción, se abrió una pequeña puerta que había en el fondo y de allí surgieron cuatro hombres fornidos, quienes depositaron sobre la mesa descrita dos serones, cuya urdimbre estaba hecha de flexibles culebras, cuyos cuerpos palpitantes se esforzaban en defender y proteger su contenido.

El Viejo Don Tonal, con mirada inquieta y nerviosa no dejaba de pasear su vista por todas partes y alzando al cielo sus brazos al cielo exclamó: “Bestias de averno, os conjuro a que dejéis libres los tesoros de mis antepasados, e id presurosas a posaros en los cuellos de esos intrusos que os esperan tras esa ventana.

En un instante las urdimbres ya descritas, cobraron en inusitado movimiento, dejando desnudos los arcos de cada serón. Cada culebra comenzó a bajar de la mesa y reptando por el suelo iban tomando la dirección hacia donde nos hallábamos.

Mientras tanto la mesa ofrecía un espectáculo de las mil y una noches. Las onzas de oro, las piedras preciosas, los brillantes y mil abalorios allí fulgían demoníacamente.

Los allí presente volvieron a su genio tutelar, para que los canes, cuervos y serpientes, no hallasen dificultad en cumplir con su misión, antes que el alba del nuevo día insinuase.

De entre los largos pliegues de las túnicas que los cubrían, extrajeron a modo de sorbetes, relucientes canillas y con ellas comenzaron a catar el licor de sui inmortalidad: sangre humana.

Dos robustas manos se posaron nuestros hombros y nos obligaron a seguirlo, luego entramos en un patiecito, al parecer un corralillo o pesebre, por la presencia de jumentos y sombras de otros especímenes locatarios del redil. Está iluminado por una serie de candiles puestos sobre las tapias … si, aquélla era la recua del Viejo Don Tonal que encontramos en el camino.

Sobre los lomos de cada bestia, yacían exánimes los cuerpos de una señora que frisaría los cuarenta años, estaba con los pies descalzos y los ojos desorbitados; más allá el cuerpo sangrante y casi desnudo de un cura, cuya sotana hecha jirones le caía hasta el suelo, tenía las manos tintas en sangre, a la izquierda estaba otro cuerpo inanimado que por las botas que lucía nos hizo recordar a un personaje que se le conocía como el gringo minero. A este lado y casi junto a nosotros, yacían en posiciones inverosímiles los cuerpos exangües de niños, que con sus boquitas abiertas insinuaban grotescas sonrisas, mientras sus caritas mostraban las huellas de terribles sufrimientos …Sí, todos eran conocidos nuestros.

Ella, la maestra del pueblo; él, el párroco campechano que todos conocíamos y a quien el último domingo le oímos en la Misa. El otro era el Alcalde del pueblo; los niños, los rapazuelos que solían venir a jugar junto a nuestras casas,

¿Por qué estarían allí? ¿Qué razón hubo para que les cegasen de esta manera la vida?
Creo que nuestro cerebro estaba a punto de estallar. La locura ya se anidaba allí. Una voz iracunda y tremenda nos volvió a estremecer … yo soy Don Tonal gritó el viejo … aquí me tenéis para satisfacer vuestra curiosidad, por eso os dejé venir hasta aquí. Tendréis el premio justo que tanto habéis buscado: LA MUERTE.

Luego volviéndose hacia atrás ordenó: amigos míos no seáis, os conmino a que empecéis lustra agusta tarea, imbéciles. Repartiréis en orden de categoría, las piltrafas que obtengáis de estos miserables peleles, Ya sabéis que la parte más importante es mía: su corazón. Indudablemente que se refería a los cuerpos ya descritos. Terminad de una vez, estos señores tienen demasiada prisa para seguir su turno.

Continuó diciendo: Luego nos preparamos para el ritual del medio invierno, no sea que la pálida Luna estropee este holocausto maravilloso. Amarrad a estos majaderos contra esos postes y que se solacen con nuestro tierno espectáculo.

Luego a nosotros nos dijo: Veis ese cordón de fosforescencias en lo alto de la tapia? Son los ojitos de mis águilas engreídas que os acarician desde allí. Son mis cuervos amaestrados, son mis palomitas de la noche, que con todo amor os retirarán vuestros ojos pecadores que os guiaron hasta aquí.

Son diestros en este quehacer blandiendo largos puñales dieron rienda suelta a una orgía espeluznante. Aquellos cadáveres, quedaron regados por el suelo, haciendo una mixtura indescriptible de huesos arena y trapos. Todo esto lo hacían lanzando terribles imprecaciones y denuestos imposibles de repetirse.

No pudiendo más, me desmayé.

El Sol rayaba el nuevo día y rodeado de mi familia, me desperté de repente, no cesaba de preguntarme qué me había pasado. Que cosas había soñado que me hicieron dar terribles gritos… fue pues una gran pesadilla.

Arequipa, 1970 octubre 01.

Edwin Veltz

LOS BURROS DE DON TONAL

LOS BURROS DE DON TONAL





LOS BURROS DE DON TONAL

En una noche profunda, silente, espectral….
El alarido de una famélica alimaña. Resuena en el fondo de murallas impenetrables, donde se esconde un insondable infimito.

El cielo arropado con fantásticos nubarrones, finge un antro pavoroso amenazador.

En la distancia, ecos sordos, profundos, solemnes resuenan como un batintín multiforme y salvaje, que dan la sensación de asomarse el desplome de mil montañas gigantescas, en cuyas crestas los relámpagos sacan chispas sin sosiego. Es una vorágine de luces de artificio que, centellantes las abaten sin cesar. Mientras tanto con estrepito terrible cañonean la pampa erizada de tupida paja bravía y cactus de largas espinas, con las que osan peinar la tormenta. Es un holocausto de estrellas que en satánica orgia, quiebran sus aristas en un arco iris sin igual.

Que cuadro más terrible… como se encendían las nubes para luego apagasen el fragor de la tormenta. Oh escritura zigzagueante, conque inscriben en la pizarra infinita de los cielos su maravilloso poder destructivo en un décimo de segundo. Son mortíferos rayos que llevan el arte anonadante de su poder telúrico.

Es época de creciente y el rio descomunal, murmurante serpentea vigoroso por la planicie, parida por los vientos huracanados, que pasan dejando un signo de muerte y de destrucción, mientras nosotros aquí. Calados de frio hasta los huesos y con los cabellos crispados y revueltos por el espanto y el pánico.

De repente asomase a nuestros labios una i9ntima plegaria, tratando que en un imposible sortilegio, saliésemos de este alelamiento imposible de describir.
El farallón más cercano fingía estar poblado de fantasmales ruidos: graves, agudos, sórdidos y cuyos ecos llegaban dolosamente a nuestros oídos lacerados ya, de tanto ser golpeados por torbellinos aterradores sin cuento.

Allá en la punta de un promontorio puede verse el crepitar de una pequeña lumbre, que sin duda proviene del mísero fogón donde prepara su comida o caliente sus pies entumecidos por el frio, el dueño del vetusto caserío y que quien sabe podría ser el personaje de este cuento.

Se decía que era un señor de avanzada edad, de larga y encanecida cabellera, que tenía unos ojos, cuyo brillo no habían podido apagar los años, llevando siempre un no sé qué de inquisitivos y misteriosos. Se decía que tenía un poder maléfico, sobre todo cuando sus miradas se cruzaban con las de alguien en el camino. Nadie sabía cuándo vino al pueblo ni de donde procedía. El cabildo diario de los vecinos aseguraba que tendría muchísimo inviernos y otoños y de ser tantos ya escapaban a la cuenta. Tiene pacto con el diablo, por eso vive no más, decían.

T&oten Limaco, un joven de carácter aventurero contumaz, tratando de enterarse del tabú misterioso que rodeaba a este enigmático personaje y que todo el mundo conocía con el nombre del Viejo Don Tonal, vino a mi casa, para proponerme que le acompañase, asegurándome que era una aventura por demás apasionante, dados los elementos que iban a entrar en el juego y que por nada del mundo debíamos dejar pasarla. Le reproché que cual podría ser el interés que podría brindarnos semejante excursión, en una noche tan despiadadamente macabra. Toten, me respondió, esta empresa si vale la pena emprenderla, pues, atendiéndome a mis cábalas, seremos testigos de maravillosos sucesos que compensarán con creces cualquier sacrificio hecho. Convencido, al final asentí.

Nos arropamos lo mejor que pudimos y salimos rumbo a lo desconocido. Nuestro objetivo…la morada del Viejo Don Tonal.

Haciendo uso de un buen cayado, comenzamos a serpentear por la estrecha calle del villorrio, mientr5as a nuestro encuentro salía, el saludo nada cordial de furiosos canes, que ladraban hasta desgañitarse. Ya al término de esta calleja, nos cruzamos con una simpática viejita, quien levantando lo más alto que pudo el farolillo que llevaba para alumbrarse el camino, nos dio una mirada inquisitiva y luego se perdió entre las sombras.

Yo, por no hallar que decir, le dije a Toten, parece que habrá tempestad, no te parece que regresemos y que dejemos para otra oportunidad este asunto? En respuesta recibí un NO, redondo, rotundo, seco que no admitía alternativa, gritándome NO SEAS COBARDE, NO TENGAS MIEDO. Las ánimas de tu antepasado te castigarán rudamente por tu falta de coraje. No volví a decir ni mus y seguimos a tientas por el abrupto camino que se hundía entre las sombras, como entre las fauces de un insaciable monstruo, proclive a darnos las sorpresas más desagradables.

La pendiente llena de guijarros se hacía cada vez más ostensible y los incontables baches del piso comenzaron a sacarnos gotas de sudor a nuestro rostro. Seguimos caminando y gigantescos e3ucaliptos recortaban sus siluetas en la lejanía borrosa del horizonte. De entre sus ramas cuajadas de bichos nocturnos, dejábase oír un torrente de agoreros graznidos.

Nuestros pies cada vez, parecían adherirse al suelo por el barro gredoso y porque nos parecía que nuestra sangre se helaba entre las venas. Y no dábamos más, que cara nos estaba costando la aventura. Sacando fuerzas de flaqueza y casi a tientas y tropezones, seguimos nuestra caminata.

Con los chispazos de luz de los rayos intermitent5es un conglomerado de nichos blancos emergía de la oscuridad …estábamos pasando cerca de un cementerio y la disposición desperdiga de los túmulos recortaba sus figuras en perfil arabesco fantasmal.

Estamos ya cerca, me susurró al oído Toten, mas algo insólito percibo a la distancia, acaso en bronco tañer de campanas rajadas que se acercan. Agucemos nuestro oídos y veamos que puede ser, le contesté.

Seguimos marcando nuestro pasos un instante más y a la vuelta de un recodo del camino, pudo ya, claramente percibirse el sonido destemplado de los cencerros que llevaba una de las acémilas que sirviendo de guía iba por delante, Al cuidado de ella iba un indiecito, que cojeando lastimeramente, arreaba la recua.

El pobre muchachito, cuyo perfil logramos distinguir era enteco y medio jorobado, producto quizás de privaciones y vejámenes sin cuenta. Talán, talán, talán vibraban en el espacio los cencerros y al compás de este sonido monocorde, penosamente iban avanzando. Seguimos tras la recua y ésta luego se detuvo, a la vera de una puerta destartalada que ya fingía venirse abajo, pues estaba tan envejecida y horadada por las termitas que era una lástima verla.

Ésta, a no dudarlo, era la casa del Viejo Don Tonal. Allí se erguía una rústica habitación iluminada por un primitivo mechero. Era acaso la luz que de lejos habíamos percibido? …Contiguas habían otras habitaciones, de una de las cuales crujieron los goznes de un gran ventanal y al abrirse brotó, como por ensalmo, un torrente de luz esplendorosa, de cientos de bujías que chisporroteaban al alumbrar , proyectando nuestras siluetas descomunalmente, en la pampa sumida en un negro manto.

Nuevamente el espasmo se hizo carne en nuestras propias humanidades y más de un Ay!!! Mayúsculo y soberbio se ahogó en nuestras gargantas…Mas, allí estábamos como dos graníticas estatuas.

Se abrió un gran portón y bajo su arcada fueron perdiéndose todas las bestias. Un chirrido de la puerta nos decía que ésta se c erraba. Por sus rendijas comenzaron a filtrarse roncas imprecaciones y demostraciones terribles del dueño del caserío: el Viejo Don Tonal.

Al muchachito guía de la recua le espetó, a todo pulmón: Luzferino, por qué llegas tan tarde, con carga tan importante y delicada? …Señor, se me espantaron los burritos con el ruido de los truenos, atinó a responder. Mire patroncito como tengo las manos ensangrentadas y mi ropita hecha tiras. En un precipicio casi me mato al tratar de rescatar a uno de los animales que se cayó.

Mira, le dijo Don Tonal … si me mientes ya puedes despedirte de esta vida y dando un feroz resoplido gritó: Parece que nos están rondando, pues llega a mis narices el olor de miasmas humanas vivientes, capto en el aire que respiro. Maldita! Maldita! Maldita sea!

Dirigiéndose a una serie de individuos que aparecieron de repente les dijo: Prepárenme las águilas vengadoras, sacadlas de sus jaulas y que les saquen los ojos y devoren las entrañas a cuanto intruso haya osado hollar este santuario. Malditos os voy a reducir a la nada y que gran festín nos daremos con los despojos de estos desprevenidos aventureros.

Nos acercamos a una estrecha ventana, de donde cual hachazo de luz, partían las sombras que poblaban aquel patético cuadro.

La ventana estaba protegida por gruesos barrotes y fuertes guarniciones.

Venciendo la angustiosa paralización de nuestras extremidades y ganados por la curiosidad, dimos un paso más que nos permitiese dirigir nuestras miradas inquisitivas hacia el fondo del aposento.

Nuestra sorpresa subió de punto y una cruel inercia comenzó a hacer cosquillas en todo el cuerpo, allí alrededor de una mesa sostenida por patas de relucientes fémures y por sobremesa la piel estirada de un hombre y en sendas silletas de esqueletos y coronadas de repulsivas osamentas felinas, muy inclinados permanecían una serie de ignotos personales.

A una señal dada por el que acaso presidía la reunión, se sentaron y al hacerlo se sintió, un crujir de huesos como sacudidos en una saca.

El tal personaje no cesaba de mirar en derredor, como buscando o queriendo descubrir algo importante en el ambiente, antes de comenzar el siniestro conciliábulo.

Del techo pendía una especie de lámpara, fabricada con caras momificadas, saliendo de sus cuencas orbitales, gruesos cuerpos de oficios disecados y que mostraban una actitud desafiante. De cada una de las fauces de semejantes alimañas, brotaba como de singulares pebeteros, una fantástica luminosidad.

En un rinc8n del recinto, en nostálgica posición, perezosamente bostezaba un jaguar, mudo testigo del macabro ceremonial.

Levántese el personaje central y con voz plañidera dijo: ¡El tabú de nuestra independencia , de nuestro secreto ha sido profanado. Malvados dominados de maligna curiosidad humana han profanado nuestro templo de amor y es necesario castigarlos ahora mismo…!

Les arrancaremos el corazón y beberemos su sangre y no debe desperdiciarse ni una gota, así nos sentiremos en paz.

Es un aroma de fuerzas negativas que estoy absorbiendo y que nace de esa ventana, señalando con su índice el lugar donde nosotros estábamos. Sacad vuestras dagas y cuchillos, que estén bien afilados y acabad con todos ellos. Sois mis fieles servidores, depositarios de mi confianza y de mis tesoros. Presto comenzad vuestra venganza. Id a ellos con la dignidad y ritual acostumbrado. Sed dignos de vuestro propio destino. Bebedles la sangre, que será el licor de vuestra inmortalidad y que ella sea vuestra infalible protección.

El tremenda frío que nos tenía ateridos, voló como por ensalmo y una vez más ese instinto de supervivencia brotó de nuestro ser…Allá estábamos anonadados por el pavor!

Nos veíamos ya degollados como vulgares especímenes en el camal. Estábamos tan dominados por la angustia de ser muertos, al escuchar nuestra sentencia, que ahí permanecimos: alelados, inermes, impávidos, totalmente a merced del Destino, sin un ápice de pretender huir.

En ese instante comparecía ante el tribunal de tan extraños personajes, un mancebo que podía contar con sus dieciocho abriles, quien haciéndoles una profunda reverencia les dijo: Mis amiguitos, parece que en el camino, los cerones de la recua se han abierto, pues mucha onzas de oro faltan o quizás se las han llevado los espíritus. Mi amo, están sucediendo cosas raras, parece que nos quieren hacer daño, que nos traen desgracia, luego postrándose de hinojos delante del personaje, que no era otro que el Viejo Don Tonal, prosiguió: soltaré a los perros, nuestros fieles guardianes, que están hace días sin comer y ya verá amigo mío, como los liquidaran … su terca ambición castigaremos. Mañana, muy temprano serán nuestro suculento desayuno.

Un relámpago brilla en la distancia y como una saeta agotada por su fuerza, llega arrastrándose a nuestros oídos.

Yo era un cadáver con un vestigio de vida y mi amigo Toten, tenía la boca llena de una extraña sustancia espumosa …luego el eco de un trueno aterrador se fue disipando en la lejanía.

Estaba sellada nuestra suerte, seríamos un picadillo, que luego sería engullido vorazmente.
Tronó de nuevo la voz estentórea del Viejo Don Tonal diciéndonos: acompañadme señores a entonar el himno que vindique nuestros descuidos. Cantemos todos con emoción, sino estaremos perdidos. Todos asintieron entre dientes y gritaron: así sea.

Alabemos al Poderoso Don Tonal.

Yal que desee su mal.

Las sombras de esta noche.

Sean su sudario fatal.
Talán …talán …talán.
Viva nuestro jefe Don Tonal.

Al finalizar esta canción, se abrió una pequeña puerta que había en el fondo y de allí surgieron cuatro hombres fornidos, quienes depositaron sobre la mesa descrita dos serones, cuya urdimbre estaba hecha de flexibles culebras, cuyos cuerpos palpitantes se esforzaban en defender y proteger su contenido.

El Viejo Don Tonal, con mirada inquieta y nerviosa no dejaba de pasear su vista por todas partes y alzando al cielo sus brazos al cielo exclamó: “Bestias de averno, os conjuro a que dejéis libres los tesoros de mis antepasados, e id presurosas a posaros en los cuellos de esos intrusos que os esperan tras esa ventana.

En un instante las urdimbres ya descritas, cobraron en inusitado movimiento, dejando desnudos los arcos de cada serón. Cada culebra comenzó a bajar de la mesa y reptando por el suelo iban tomando la dirección hacia donde nos hallábamos.

Mientras tanto la mesa ofrecía un espectáculo de las mil y una noches. Las onzas de oro, las piedras preciosas, los brillantes y mil abalorios allí fulgían demoníacamente.

Los allí presente volvieron a su genio tutelar, para que los canes, cuervos y serpientes, no hallasen dificultad en cumplir con su misión, antes que el alba del nuevo día insinuase.

De entre los largos pliegues de las túnicas que los cubrían, extrajeron a modo de sorbetes, relucientes canillas y con ellas comenzaron a catar el licor de sui inmortalidad: sangre humana.

Dos robustas manos se posaron nuestros hombros y nos obligaron a seguirlo, luego entramos en un patiecito, al parecer un corralillo o pesebre, por la presencia de jumentos y sombras de otros especímenes locatarios del redil. Está iluminado por una serie de candiles puestos sobre las tapias … si, aquélla era la recua del Viejo Don Tonal que encontramos en el camino.

Sobre los lomos de cada bestia, yacían exánimes los cuerpos de una señora que frisaría los cuarenta años, estaba con los pies descalzos y los ojos desorbitados; más allá el cuerpo sangrante y casi desnudo de un cura, cuya sotana hecha jirones le caía hasta el suelo, tenía las manos tintas en sangre, a la izquierda estaba otro cuerpo inanimado que por las botas que lucía nos hizo recordar a un personaje que se le conocía como el gringo minero. A este lado y casi junto a nosotros, yacían en posiciones inverosímiles los cuerpos exangües de niños, que con sus boquitas abiertas insinuaban grotescas sonrisas, mientras sus caritas mostraban las huellas de terribles sufrimientos …Sí, todos eran conocidos nuestros.

Ella, la maestra del pueblo; él, el párroco campechano que todos conocíamos y a quien el último domingo le oímos en la Misa. El otro era el Alcalde del pueblo; los niños, los rapazuelos que solían venir a jugar junto a nuestras casas,

¿Por qué estarían allí? ¿Qué razón hubo para que les cegasen de esta manera la vida?
Creo que nuestro cerebro estaba a punto de estallar. La locura ya se anidaba allí. Una voz iracunda y tremenda nos volvió a estremecer … yo soy Don Tonal gritó el viejo … aquí me tenéis para satisfacer vuestra curiosidad, por eso os dejé venir hasta aquí. Tendréis el premio justo que tanto habéis buscado: LA MUERTE.

Luego volviéndose hacia atrás ordenó: amigos míos no seáis, os conmino a que empecéis lustra agusta tarea, imbéciles. Repartiréis en orden de categoría, las piltrafas que obtengáis de estos miserables peleles, Ya sabéis que la parte más importante es mía: su corazón. Indudablemente que se refería a los cuerpos ya descritos. Terminad de una vez, estos señores tienen demasiada prisa para seguir su turno.

Continuó diciendo: Luego nos preparamos para el ritual del medio invierno, no sea que la pálida Luna estropee este holocausto maravilloso. Amarrad a estos majaderos contra esos postes y que se solacen con nuestro tierno espectáculo.

Luego a nosotros nos dijo: Veis ese cordón de fosforescencias en lo alto de la tapia? Son los ojitos de mis águilas engreídas que os acarician desde allí. Son mis cuervos amaestrados, son mis palomitas de la noche, que con todo amor os retirarán vuestros ojos pecadores que os guiaron hasta aquí.

Son diestros en este quehacer blandiendo largos puñales dieron rienda suelta a una orgía espeluznante. Aquellos cadáveres, quedaron regados por el suelo, haciendo una mixtura indescriptible de huesos arena y trapos. Todo esto lo hacían lanzando terribles imprecaciones y denuestos imposibles de repetirse.

No pudiendo más, me desmayé.

El Sol rayaba el nuevo día y rodeado de mi familia, me desperté de repente, no cesaba de preguntarme qué me había pasado. Que cosas había soñado que me hicieron dar terribles gritos… fue pues una gran pesadilla.

Arequipa, 1970 octubre 01.

Edwin Veltz

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Alcance Tutorial

3.- Alcance Tutorial.
3.1. Frecuencia.- El tiempo que dedico a mi EVA, es el necesario para cumplir mis objetivos, pero por lo menos estoy diariamente 30 minutos en línea, mediante los chats los alumnos interaccionan ya sea con el tutor o con sus compañeros, la universidad cuenta con salas de chat.
3.2. Comunicación.- Una vez por semana se hace en forma presencial y durante la semana una hora diaria en el chat en hora predeterminada. Mi comunicación es de lo más sencilla para que los alumnos se identifiquen más con el tema. Los chats se hacen vía internet. Hay preguntas personales, las cuales se las resuelve vía correo electrónico.
3.3. Motivación.- La manera de presentar el EVA, causa impacto en los alumnos, esa nueva manera de abrir documentos. Se usaran archivos motivadores como de juegos de inteligencia. Se les enseña a colocar el programa Sodels (lectura en PC) que les facilita la aprensión de las lecturas. Hacerles que ellos sean actores de sus propias experiencias.

Alcance Experimental

2.- Alcance Experimental.
2.1. Experiencias.- El inicio al Aula es dirigida la primera vez por el tutor, el uso de las herramientas, la construcción de tareas, la manera de entrar a archivos que se encuentran en el EVA.. Como deben subir sus trabajos, videos, etc.
2.2. Destrezas.- La comprensión y el entendimiento de la materia es el principal objetivo, lograda con una destreza mínima, aprendiendo habilidades especialmente en informática que ayudara en nuevas ideas para nuestra EVA; de esta forma hacemos concordar los estándares de la “U”, con los objetivos académicos, siendo las calificaciones por cada capitulo avanzado.
2.3. Conocimiento.- Las situaciones a analizar son las que se presentan en el capitulo, sus posturas expondrán mediante sus blogs, los que de esta manera compartan conocimientos, deberán dar sus pro y contras al respecto, lo que generara nuevos conocimientos; o en pruebas online al finalizar el capítulo.

Alcance Academico

1.- Alcance Académico.
1.1. Información.- Debe estar relacionada con el titulo del capitulo; se encontraran enlaces para documentos pdf, ppt, doc., o conexiones con videos, así como también algún juego de inteligencia o memoria. Siendo la información de carácter global; la bibliografía con temas relacionados a la materia en cuestión.
1.2. Tiempo.- El número de estudiantes que compartirán mi EVA es menor de treinta, los temas que desarrollan mis alumnos son cortos de aproximadamente 30 minutos. Mi tiempo no está definido, pero mi meta es terminar con los objetivos que me he propuesto para tal fin.
1.3. Recursos.- Cuento con un aula, en la cual se encuentra instalado un equipo de multimedia, el equipo de cómputo tiene conexión a internet. En sus hogares tiene una hora determinada para conectarse y poderse comunicar con el tutor, para cualquier problema que tengan.

viernes, 11 de julio de 2008